jueves, 14 de abril de 2011

Vida, diabetes y muerte

Compilación por Rubén Regalado Sermeño

            El coronel no tiene quien le escriba, de Gabriel García Márquez, es una pequeña novela del ciclo de Macondo, que esboza reverberantes reflexiones en torno a los sustantivos del titulo de esta nota, principio medio y fin de muchas personas que padecen tal enfermedad.
- La vida es la mejor cosa que se ha inventado –afirmó suspirando el coronel; pero él, como muchos humanos, no sufre diabetes; la padece don Sabas “un hombre pequeño, voluminoso pero de carnes flácidas, con una tristeza de sapo en los ojos” y mucha riqueza.
- Pero se está muriendo de diabetes –señalo el coronel a su mujer.
- Y tu te estás muriendo de hambre –dijo la mujer. Para que te convenzas que la dignidad no se come.
- Hágase ver del médico –dijo don Sabas- Usted está  un poco fúnebre desde el día del entierro.
(…)
El coronel levantó la cabeza.
- Estoy perfectamente bien – dijo.
Don Sabas esperó a que  hirviera la jeringuilla.
- Si yo pudiera decir lo mismo – se lamentó.
- Dichoso usted que puede comerse un estribo de cobre.
- Así es – admitió el coronel.
(…)
Sin embargo, cuando el médico constató el estado normal del azúcar en la sangre, al olfatear el vapor del tuvo de vidrio calentado con la orina de don Sabas, hizo a éste un signo aprobatorio.
(…)
- Habrá que fusilarlo – dijo el medico dirigiéndose al coronel – La diabetes es demasiado lenta para acabar con los ricos.
- Yo en su lugar le pasaría a mi compadre una cuenta de cien mil pesos, doctor. Así no estará tan ocupado – replicó el coronel.
- Ya le he propuesto el negocio, pero con un millón – dijo el médico --
La pobreza es el mejor remedio contra la diabetes.
(…)
Don Sabas inició una adolorida explicación de su régimen alimenticio. Extrajo un frasquito del bolsillo de la camisa y puso sobre el escritorio una pastilla blanca del tamaño de un grano de habichuela.
- Es un martirio andar con esto por todas partes –dijo- . Es como cargar la muerte en el bolsillo.
- Es para endulzar el café –le explicó-. Es azúcar, pero sin azúcar.
- Por supuesto –dijo el coronel, la saliva impregnada de una dulzura triste-. Es algo así como repicar pero sin campanas.
(…)
El protagonista – el coronel – espera una carta que le dé buenas noticias de su pensión de guerra… la espera ha durado más de quince años. Hacía un mes que cambió de abogado tratando de agilizar el trámite. Tengo derecho a esperar una respuesta, pensó el coronel. La mujer de don Sabas siguió hablando de la muerte.
(…)
- El paraguas tiene algo que ver con la muerte. Todo el mundo dice que la muerte es una mujer. Pero a mi no me parece que sea una mujer.
Yo creo que es un animal con pezuñas.
- Es posible – admitió el coronel – A veces suceden cosas extrañas – y añadió:
Estoy esperando una carta urgente.
Es por avión. Tenía que llegarme hoy con seguridad – concluyó.
(…)
- Lo único que llega con seguridad es la muerte, Coronel – expresó el administrador de correos encogiéndose de hombros.
Los corazones de todos latieron, ante el empuje vacilante de su propia sangre, como potros cansados al borde del barranco.

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