jueves, 28 de abril de 2011

Carta para mis Padres

Sebastián Girón
(Octavo Grado)

Queridos Padres:

Les doy gracias por darme vida, colegio, amor y todo. ¡Sin ustedes no soy nada! Mi madre me tuvo; mi padre me creó. ¡Sin ellos no soy nada, porque ellos me educaron, me enseñaron y eso es ser buenos padres!

Ustedes soy yo, porque son mi amor; ustedes me dan de vivir y yo después les daré a ustedes de vivir y seré un padre que eso es lo mejor. Un padre es lo mejor: Si eres un niño, andan mucho más tiempo juntos, y si fueses mujer  estuvieras más tiempo con tu mamá; pero eso no tiene sentido, porque ellos dos me crearon, me trajeron a este mundo. ¡Por eso yo los amo!

miércoles, 27 de abril de 2011

Día de los Difuntos

Por Salvador Hidalgo
(Octavo Grado)

Fue un martes gris y opaco,
de paseo yo estaba…
El pecho me oprimía.
contra el dolor luchaba…

¿Pero por qué no gozaba?
Algo raro yo sentía,
pues el aire me faltaba;
quise llamar a mi madre…

Nadie contestaba;
intenté, intenté mucho,
hasta que oí que hablaba,
por su tono afligido…

Supe que algo pasaba
al decirme con tristeza,
que mi tío muerto estaba,
el hermano de mi abuelo…

El que más animaba
porqué de cáncer padecía,
nunca vencido estaba,
y aunque sufriera mucho …

Él jamás lo demostraba;
le ganó la muerte el juego.
Hoy por fin descansaba
con dulce sonrisa dormía…

¡Sabía que Dios le esperaba!
por eso feliz partió
a donde ya no duele nada…


Santa Tecla, nov. 2010.

jueves, 14 de abril de 2011

Vida, diabetes y muerte

Compilación por Rubén Regalado Sermeño

            El coronel no tiene quien le escriba, de Gabriel García Márquez, es una pequeña novela del ciclo de Macondo, que esboza reverberantes reflexiones en torno a los sustantivos del titulo de esta nota, principio medio y fin de muchas personas que padecen tal enfermedad.
- La vida es la mejor cosa que se ha inventado –afirmó suspirando el coronel; pero él, como muchos humanos, no sufre diabetes; la padece don Sabas “un hombre pequeño, voluminoso pero de carnes flácidas, con una tristeza de sapo en los ojos” y mucha riqueza.
- Pero se está muriendo de diabetes –señalo el coronel a su mujer.
- Y tu te estás muriendo de hambre –dijo la mujer. Para que te convenzas que la dignidad no se come.
- Hágase ver del médico –dijo don Sabas- Usted está  un poco fúnebre desde el día del entierro.
(…)
El coronel levantó la cabeza.
- Estoy perfectamente bien – dijo.
Don Sabas esperó a que  hirviera la jeringuilla.
- Si yo pudiera decir lo mismo – se lamentó.
- Dichoso usted que puede comerse un estribo de cobre.
- Así es – admitió el coronel.
(…)
Sin embargo, cuando el médico constató el estado normal del azúcar en la sangre, al olfatear el vapor del tuvo de vidrio calentado con la orina de don Sabas, hizo a éste un signo aprobatorio.
(…)
- Habrá que fusilarlo – dijo el medico dirigiéndose al coronel – La diabetes es demasiado lenta para acabar con los ricos.
- Yo en su lugar le pasaría a mi compadre una cuenta de cien mil pesos, doctor. Así no estará tan ocupado – replicó el coronel.
- Ya le he propuesto el negocio, pero con un millón – dijo el médico --
La pobreza es el mejor remedio contra la diabetes.
(…)
Don Sabas inició una adolorida explicación de su régimen alimenticio. Extrajo un frasquito del bolsillo de la camisa y puso sobre el escritorio una pastilla blanca del tamaño de un grano de habichuela.
- Es un martirio andar con esto por todas partes –dijo- . Es como cargar la muerte en el bolsillo.
- Es para endulzar el café –le explicó-. Es azúcar, pero sin azúcar.
- Por supuesto –dijo el coronel, la saliva impregnada de una dulzura triste-. Es algo así como repicar pero sin campanas.
(…)
El protagonista – el coronel – espera una carta que le dé buenas noticias de su pensión de guerra… la espera ha durado más de quince años. Hacía un mes que cambió de abogado tratando de agilizar el trámite. Tengo derecho a esperar una respuesta, pensó el coronel. La mujer de don Sabas siguió hablando de la muerte.
(…)
- El paraguas tiene algo que ver con la muerte. Todo el mundo dice que la muerte es una mujer. Pero a mi no me parece que sea una mujer.
Yo creo que es un animal con pezuñas.
- Es posible – admitió el coronel – A veces suceden cosas extrañas – y añadió:
Estoy esperando una carta urgente.
Es por avión. Tenía que llegarme hoy con seguridad – concluyó.
(…)
- Lo único que llega con seguridad es la muerte, Coronel – expresó el administrador de correos encogiéndose de hombros.
Los corazones de todos latieron, ante el empuje vacilante de su propia sangre, como potros cansados al borde del barranco.

Águilas y Cóndores


Águilas y Cóndores
Por Rubén Regalado Sermeño
 
El presidente de los Estado Unidos de América, William J. Clinton, en su discurso en Inglés, con traducción simultanea al español, en la base militar de Palmerola, a 70 kms. al norte de Tegucigalpa, el día martes 9 de marzo, citó a uno de los más grandes poetas centroamericanos, nacido en Honduras; que vivió en Guatemala y murió en El Salvador: él lo llamó, Juan Molina; su nombre de letras; Juan Ramón Molina (1875 – 1908), el poeta gemelo de Rubén Darío, como muy bien lo llamara el Premio Nóbel, Miguel Ángel Asturias, por la identidad de temas, métrica y otros aspectos considerados modernistas entre Molina y Darío.
            Pues bien, la noticia de la Redacción de Nacionales, de LA PRENSA GRÁFICA, del 10 de marzo de 1999, pág. 10, ligeramente expresa que el Sr. Presidente “dijo en español con un marcado acento la frase “todos somos americanos”, que arrancó aplausos entre los hondureños que le escucharon”.
            El que esto escribe tenía las antenas muy bien dirigidas  hacia el orador – CNN en español y en vivo – y pudo escuchar que él citó, con mucha propiedad la fuente de tal frase: el poema Águilas y Cóndores de Juan Ramón Molina.
            El poema de décimas irregulares, de versos pareados alejandrinos, en dos ocasiones menciona la palabra hermanos con tal acepción: la primera, en la segunda estrofa, después de las atronadoras palabras:

voces de Dios: hipérbolas, parábolas y elipsis,
¡que truenen en el antro del negro Apocalipsis!
La reflexión del hombre americano –esquimal, piel roja, azteca, maya, inca o gaucho.

¿Hermanos no seremos en la América? Todos
nacimos de gérmenes vitales de los lodos:
desde el rubio hiperbóreo que en norte domina
hasta el centauro indómito de la pampa argentina.
            La metáfora “rubio hiperbóreo que en el norte domina”, puede ser de origen barroco; aún el verso parece salido de “La vida es Sueño”; podría ser calderoniana o segismundina, pero de cualquier manera encaja con la imagen exacta del ahora Presidente de la nación septentrional.
            Como ducho en literatura, el Presidente Clinton causó admiración en el nada menos Premio Nobel, Gabriel García Márquez, cuando le recitó de memoria el monólogo de Benjuí, según su opinión, “las páginas más asombrosas pero también las más herméticas” de la obra El Sonido y la Furia de William Faulkner: o por su preferencia por la Meditaciones de Marco Aurelio (121-180), emperador romano de 161 hasta su muerte, obra de inspiración estoica que los docentes conocemos muy poco (El Diario de Hoy, García Márquez, Garcia. El amante Inconcluso, 14 de feb. 1999).
            La segunda y última cita de la palabra hermanos en el poema Águilas y Cóndores, está cerca del final y se inicia con una patética exclamación:

¡Razas del Nuevo Mundo! Pueblos americanos:
en este continente debemos ser hermanos,
bajo el techo de estrellas de nuestro Eterno Padre
la madre de nosotros es una misma madre…

            Con toda propiedad el Presidente Clinton se acercó a nuestras raíces de identidad centroamericana, y por extensión americana, citando este hermoso poema de Juan Molina; sin duda alguna, al Presidente Clinton no le faltan datos esenciales sobre América Central, probablemente ha leído a Francisco Gavidia. Por su don de gentes, “este raro ejemplar de la especie humana”, es “todo lo contrario de la idea que los latinoamericanos tenemos sobre los presidentes de Estados Unidos” (según lo expresa el autor de El Coronel no tiene quien le escriba).
            Esa tarde, como un Marco Aurelio moderno, el Presidente Clinton fue admirado, saludado y vitoreado por los oficiales y clases – hombres y mujeres – acampados en Palmerola; 35 de los cuales contribuyeron a la construcción del Puente Juan Ramón Molina, en Tegucigalpa, acontecimiento que inauguró y citó en el discurso, enalteciendo el servicio de los marines – verdaderas águilas americanas – en tiempos de Paz.